
Nivel 3 - ¿Debes algo?
Antes que nada, es necesario aclarar que el encontrarnos “en deuda” o en desbalance para con nuestro propósito y el sistema al cual pertenecemos, es resultado de la prioridad que damos a nuestro ego por encima de nuestros instintos. Sin embargo, como ya hemos mencionado, ninguna de las enseñanzas impartidas por el sistema social nos motiva a tomar estos instintos en cuenta, muy por el contrario.
Esto resulta en que la gran mayoría de los individuos capturados exitosamente por el sistema tienden a propiciar y acumular un desbalance que les acarrea consecuencias de modo exponencial, por aferrarse a las creencias y necesidades del ego; y en la mayoría de las ocasiones no tienen ni la más remota idea del porqué de sus “problemas”.
A pesar de esto, no resulta una tarea complicada el hacer un recuento para calcular el grado de desequilibrio presente en tu vida, al contrario, es tan sencilla como seguir las pistas de la presencia de felicidad.
a) ¿Cuándo fue la última vez que fuiste plenamente feliz?
Como ya lo hemos mencionado, el estado de felicidad es el reflejo de un individuo cuyos sistemas de consciencia se encuentran en sincronía. Por tanto, es consciente de su propósito y acciona bajo los principios existenciales, propiciando el equilibrio en su interacción con otros individuos y sistemas.
Es por esto que resulta sumamente sencillo realizar una auto inspección en búsqueda de la presencia de un desequilibrio. Es de hecho, tan sencillo como sentir ese estado de felicidad, o no. Por lo que la primera pregunta que deberías responder a ti mismo es ¿Soy feliz? Para luego preguntarte ¿Soy realmente feliz?
El porqué de esto que al principio tal vez pudiera parecerte absurdo, es porque con la primera pregunta tu ego realizará un conteo automático de lo que él mismo considera como requisitos necesarios para la felicidad; los mismos requisitos con los que se le ha condicionado por medio de la captura social. Y lo más probable es que tu primera intención sea responder “a veces”. Sin embargo, si consideras que sólo “a veces” te “sientes” feliz, o que “has tenido momentos felices”, entiendes la necesidad de hacer la segunda pregunta: ¿SOY realmente feliz?
Entender la diferencia entre ser y estar suele cambiar de modo radical la manera en la que comprendemos la felicidad en sí misma. De modo que si en verdad ERES feliz, reconocerás esto como un estado de vida permanente e independientemente de las circunstancias. No como un estado transitorio en el tiempo que normalmente depende de la presencia de éstas circunstancias o de momentos que reafirman esos requerimientos que el ego acumula buscando sentirse feliz.
Por fortuna, independientemente de si tu respuesta es “casi siempre soy feliz, sólo tengo algunos problemas” o “no puedo ser feliz con tantos problemas”, la buena noticia es que la presencia de esos “problemas” son precisamente la pista que te indica en qué aspectos de ti mismo te encuentras en desbalance. Obviamente en el entendido de que, a mayor cantidad o gravedad de problemas, mayor cantidad de desbalance.
Esos problemas son creados por el inconsciente o consciencia cero a través de decisiones de las que tu ego consciente no se entera, con el fin de que, de este mismo modo consciente pases por circunstancias que te dejan “lecciones”, aprendizajes o experiencias que siempre, siempre se tratan de comprensión sobre tus propios instintos y sobre los principios universales de los cuales nacen estos instintos. Ya que con esto serás consciente de tu propósito y si decides apegarte a él, uniendo en sintonía tu ego y tu inconsciente, este último no tendrá razón alguna para aplicar su método de emergencia ante el desbalance. Es decir, estarás libre de su neutralización, captura o penalización; con lo que en automático serás capaz de crear situaciones para tu vida que son coherentes con ese estado de felicidad, en lugar de que tu consciencia cero se vea obligada crear situaciones adversas de las cuales “debas” aprender algo. De modo que resulta sumamente sencillo tomar la decisión de estudiar por tu cuenta algo que, de no hacerlo, aprenderás por medios desagradables.
Ahora bien, dicho esto resulta lógica la importancia de hacerte una tercera pregunta: ¿Cuándo fue la última vez que fuiste plenamente feliz?
Esto comenzará a darte una idea básica de en dónde comenzó a existir en tu vida un desbalance, lo suficientemente considerable como para que notaras una ausencia de felicidad. Y cabe aclarar que, tal vez muchísimos individuos coincidan en una respuesta que los lleve incluso de vuelta a su niñez, lo cual obedece a razones muy claras:
Como hemos mencionado, en la niñez se encuentran muy presentes los instintos conscientes de todo individuo de una manera natural: Son curiosos, se adaptan, sueñan con el reconocimiento, comparten, perdonan, ayudan y no conciben imposibles, gracias a que la captura social apenas ha comenzado y las “enseñanzas” no han desplazado o minimizado estos instintos. De modo que, mientras los instintos aún sobrepasan en prioridad al adoctrinamiento del ego, los niños son individuos que viven en equilibrio y, por tanto, cumplen su propósito. Y, por cierto, ¿Otro aspecto en la generalidad de los niños? ¡Son felices!
Sin embargo, en medida que el ego continúa con su aleccionamiento, los instintos de la consciencia cero son minimizados, desplazados o suprimidos por alguna norma o creencia impuesta al ego, que cumple al aleccionamiento de lo que es “socialmente aceptable” y que se alimenta de ese instinto para que el ego lo considere verdadero.
De este modo, mientras más se reafirma la captura social sobre el ego, mayor es la renuencia del individuo a actuar bajo sus parámetros instintivos, provocando mayor desbalance y ocasionando con este, situaciones adversas en las cuales actuará nuevamente bajo los mismos parámetros del ego, rechazando con más fuerza sus instintos, creando así aún más desbalance. Siendo esta una serie de eventos que pueden ser descritos no como un círculo, sino como una espiral nociva, ya que el desequilibrio del individuo crece exponencialmente con cada nuevo ciclo, y con éste aumenta la intensidad de los problemas, penas o sufrimiento.
Queda claro entonces que, mientras más “problemas” consideras tener, mayor es el estado de desbalance que presentas. Sin embargo, esto no quiere decir que seas una mala persona, o que hayas “hecho mal” en términos de lo que el sistema social indica, ni siquiera quiere decir que supieras que te estabas acarreando un desbalance. Esto es lo que por la mayoría es considerado normal, es el fruto del sistema desplazando tus instintos para insertar sus normas y requerimientos.
Por esto, es presumible que una gran mayoría de los individuos pertenecientes a la humanidad presente un desbalance en su vida, mismo que deberá ser eliminado para desactivar con esto, el protocolo de emergencia del inconsciente y permitir a la consciencia en equilibrio decidir qué desea y comprender cómo conseguirlo.
Una vez tengas presente cuándo fue la última vez que te sentiste plenamente feliz, parte de ese punto y piensa en las ocasiones importantes en las que pudiste haber tomado una acción o decisión que fuera en contra de tus instintos y por tanto en contra de tu propósito, piensa en sus consecuencias y cómo estas, por medio de un efecto dominó van determinando las circunstancias en tu vida.
b) ¿Cómo, cuándo, dónde rompiste las reglas?
Es probable que pudiera parecer complicado intentar recordar cuándo rompiste las reglas del juego si (seamos honestos) nadie, nunca te explicó esas reglas, ni siquiera te dijeron que existían.
Por fortuna, a pesar de que nunca nadie te puso al tanto de estas, una gran parte de la tarea para entender en dónde has fallado radica en tus instintos; la otra, en una serie de simples razonamientos lógicos que están ejemplificados a tu alrededor en absolutamente todo lo que existe.
La regla más importante es también la más sencilla: Cumple tu propósito.
Toma consciencia de que eres un individuo y que de acuerdo al principio de dualidad no eres una unidad. Eres el resultado de una conjunción de subsistemas (así como también tu cuerpo y tu consciencia) y perteneces a sistemas mayores, hablando incluso a nivel de unidad del sistema/humanidad.
Desde esta perspectiva, la de una unidad que es parte de un todo, tu propósito se revela como el más simple: Lograr el estado óptimo de existencia, aportar y recibir al/del sistema manteniendo el equilibrio y aportar lo que esté en sus posibilidades para mantener o mejorar el sistema al que perteneces. Ese es el camino por el cual tu consciencia cero pretende guiarte mediante sus instintos.
Sin embargo, como ya mencionamos, la captura social logra sustituir cada uno de estos instintos, explicándolos como “cualidades” o respondiendo a ellos con métodos para reforzar la captura.
Así pues, el sistema social toma tu instinto de supervivencia y lo explota por medio de la competitividad, condicionándote a tomar una actitud individualista en donde el ego se ve reforzado cada vez que sobresales en algún aspecto.
El instinto de experimentación o adquisición de conocimiento es capturado y minimizado por medio de la enseñanza. Prueba fehaciente de ello es la observación: A una edad temprana, la mayoría de los niños presenta una “curiosidad” natural, lo preguntan todo, quieren saberlo todo, quieren experimentarlo todo. Más tarde, en edad escolar son sometidos a un sistema que pretende darles información que memorizar, que debe definirles los parámetros de lo que es tanto “correcto” como “cierto” y cuya consecuencia es que, al avanzar unos cuantos grados dentro del sistema escolar, muchos de esos que eran niños naturalmente sedientos de conocimiento, encuentran disgusto en disciplinas escolares, tareas y todo lo que tenga que ver con ellas. Para contrarrestar esto, el ego recibe los reconocimientos que el sistema escolar otorga a aquellos individuos que mejor “aprendan” la información proporcionada.
El instinto de adaptación es también corrompido y sustituido con la búsqueda de “comodidad” o “confort”, dicho esto en todas las posibles expresiones de lo que conlleva el “mayor resultado con el menor esfuerzo”, por supuesto, siempre en búsqueda de la satisfacción del ego al aplicar este falso principio.
El instinto de pertenencia es secuestrado prácticamente antes del nacimiento de cada individuo por medio de la religión, que cabe mencionar que es otro método que refuerza la captura social y se interpone en la búsqueda personal de la divinidad de la cual somos parte, por medio de las enseñanzas totalitarias en las cuales se edifican las religiones, mientras que se refuerza que dudar de las mismas representa un pecado.
El instinto de trascendencia encuentra su placebo directamente en un aspecto del sistema social que suele ser de los más perseguidos: fama y/o dinero. De este modo el ego se siente satisfecho de la aceptación social que estos le proporcionan, confundiendo esto con el reconocimiento agradecido con el cual se manifiesta nuestra trascendencia mediante nuestra aportación a otros individuos.
El instinto de equilibrio, ese que está encargado de que tú mismo seas capaz de saber qué acciones aportarán bienestar a tu vida y cuáles no, es capturado por el sistema de leyes y las normas de comportamiento social, quienes en general, con el rol de “autoridad” determinan lo que está “bien” y lo que está “mal”.
No podemos omitir la observación de que todos estos aspectos son impuestos por el sistema social, que recompensan y reafirman directamente al ego. Esto propicia que sea el mismo ego, quien “decida” adoptar actitudes, acciones o prácticas que van en contra de los instintos, y que causan algún desequilibrio en su propósito, buscando no más que la recompensa del sistema social.
Desde este punto de vista no resulta extraño que aún sin saberlo vayas por la vida en el entendimiento de que estás haciendo las cosas “bien” (bajo el requerimiento del sistema social), cuando en realidad estás yendo contra tus instintos, tu propósito y en ocasiones, rompiendo el equilibrio con tal de conseguir esos requerimientos.
Por fortuna, sin importar el grado de desbalance presente en tu vida, lo que debes de hacer para corregirlo es sumamente sencillo. Tan sencillo como agregar peso al platillo de la balanza al cual le hace falta para que esta quede equilibrada. Es decir, saldar tus cuentas y ponerlas a cero.
c) ¿Cómo puedes saldar tus cuentas?
Como punto de partida asumamos que existe un desequilibrio en la mayoría de nosotros como humanos. Derivado como ya hemos dicho, de la perpetua imposición de un estilo de vida “correcto”, lo cual nos lleva a actuar (sin saberlo) contra nuestros instintos, y como consecuencia de esto, el inconsciente nos plantea situaciones adversas por medio de las cuales aprendamos una lección sobre esos instintos a los que no estamos escuchando.
Como ves, podría resultar muy tedioso intentar recordar cada momento en que posiblemente fallaste a tu propósito e instintos, es por ello que es más práctico asumir que este desbalance existe y buscar el modo de tomar consciencia del propósito que probablemente hayas perdido por buscar la recompensa del sistema social.
Con base en esto, el paso más importante de todos es que te hagas consciente de estos instintos y el porqué de su importancia. A partir de ahí serás capaz de identificar de qué modo, con tus decisiones o acciones has causado un desequilibrio en ti mismo y en consecuencia, en los sistemas a los que perteneces. Y de ahí en adelante, como efecto dominó, podrás identificar tus problemas actuales, como consecuencia de este desequilibrio.
Como podrás imaginarte, así como la cantidad de situaciones adversas en tu vida es equivalente al nivel de desequilibrio presente en tu consciencia, asimismo el propiciar este equilibrio de forma consciente reduce en consecuencia la cantidad de estas situaciones adversas o “problemas”. Dicho de este modo, tal vez pudiera sonar de nuevo a una “fórmula mágica”, sin embargo, es tan matemática como el funcionamiento de una balanza.
Ahora bien, sobre el cómo saldar tus cuentas, es tan sencillo como este mismo ejemplo. Tu inconsciente guarda absolutamente todas las experiencias, momentos, acciones, reacciones, pensamientos y sentimientos existentes a lo largo de tu vida, lo que quiere decir que, aunque probablemente tu ego no “recuerde” cómo o cuándo, alguien o algo se vio afectado por alguna acción o decisión tuya, la consciencia cero lleva un conteo (sí, matemático) muy preciso de todo esto, y el único modo de contrarrestar este contador es, precisamente, colocar de modo consciente un contrapeso en el otro platillo de la balanza.
Y si te está preocupando el no saber qué hacer exactamente, el común denominador es claro: Aporta desde un equilibrio consciente. Aporta apoyo, gentileza, generosidad, empatía, comprensión, amor, conocimiento. Cualquiera es un ejemplo del tipo de energía que trasciende para beneficiar.
Aporta toda vez que te sea posible mejorar la condición de alguien más. Aporta siempre que estés en una posición de ventaja con respecto a otro. ¿Cómo? En cualquier forma que te sea posible. Ya que finalmente de ese modo cumples con tu propósito como individuo: Vives en equilibrio, interactuando con el resto de individuos que conforman diferentes sistemas, aportando lo posible para hacer ese sistema más estable, más equilibrado y por tanto más funcional.
De modo que, aportar de modo consciente a aquello a lo que perteneces resulta lo más natural cuando tu ego y tus instintos llevan un mismo propósito. Lo cual, dicho sea de paso, también da lugar a una mejora en ti mismo en una infinidad de aspectos, da paso a la posibilidad de vivir en ese estado de felicidad que implica tu versión ideal.
